Ilustración creada por Dall.e, representa una oficina moderna
Las compañías están llegando a la conclusión de que las herramientas de inteligencia artificial generativa han demostrado su viabilidad comercial en una amplia variedad de sectores empresariales. No obstante, al mismo tiempo, está emergiendo una creciente inquietud acerca de los posibles riesgos que conllevan estas tecnologías, abarcando aspectos como la precisión, la protección de la propiedad intelectual y la ciberseguridad.

En los últimos meses, ha habido un rápido crecimiento en las capacidades de la inteligencia artificial generativa, llevando a la IA a la cima de las prioridades de los decisores de las empresas. No obstante, los nuevos riesgos asociados con este progreso tecnológico pueden pasar desapercibidos, en gran medida debido a la novedad de la tecnología en cuestión. En una investigación reciente realizada por McKinsey1, se encontró que un porcentaje minoritario de las empresas está tomando medidas para prevenir la inexactitud y abordar los riesgos de ciberseguridad.

La gestión de riesgos en el ámbito de la inteligencia artificial está en un proceso de constante de evolución. En este contexto, las partes interesadas con una mayor conciencia de los riesgos están adoptando un enfoque proactivo al incluir a expertos legales y de ciberseguridad desde la fase inicial de desarrollo de soluciones de IA. En este escenario, los directores de gestión de riesgos desempeñan un papel crucial al destacar y respaldar la necesidad de tomar las precauciones adecuadas ante la alta dirección.

La adopción de mejores prácticas implica la integración de la gestión de riesgos en todas las facetas del desarrollo de una solución, que garantice una mayor preparación para enfrentar los desafíos en un entorno tecnológico donde la única constante es el cambio. Esto significa que no se trata de un proceso estático, sino que se requiere una actualización continua de los controles de riesgo a medida que la tecnología evoluciona rápidamente. En este contexto, se puede apreciar cómo la industria y la academia están estableciendo estándares sólidos para promover una IA responsable, proporcionando pautas y marcos de trabajo que ayudan a las organizaciones a gestionar los riesgos de manera más efectiva, al tiempo que fomentan la ética y la transparencia en la implementación de la inteligencia artificial.

En este entorno, cobra especial relevancia la normativa de protección de datos y de ciberseguridad, cuya 

rigurosidad va en aumento.

Además, cada vez es más común que las empresas desarrollen enfoques específicos para la gestión responsable de la inteligencia artificial, lo que les permite ajustar sus estrategias y procesos de control de riesgos de manera personalizada y alinearse con sus requisitos específicos, cumpliendo al mismo tiempo con los estándares y directrices en el campo de la IA. En este entorno, cobra especial relevancia la normativa de protección de datos y de ciberseguridad, cuya rigurosidad va en aumento. Estas regulaciones, que suelen implementarse tras la irrupción de nuevas tecnologías, plantean desafíos significativos en términos de cumplimiento normativo. En este contexto, es probable que surjan diversas regulaciones orientadas a establecer estándares formales para la gestión de riesgos relacionados con la IA, convirtiendo el cumplimiento de estos estándares no solo en una opción, sino en un requisito legal vinculante. Así, las organizaciones deben adoptar un enfoque proactivo para anticiparse a las implicaciones legales y éticas de sus desarrollos tecnológicos.
Este panorama obliga a las empresas a mantenerse constantemente actualizadas en cuanto a las tendencias legislativas y a las mejores prácticas en materia de IA. Asimismo, se hace imprescindible la colaboración entre los desarrolladores de IA, los expertos en ciberseguridad y los profesionales legales para garantizar una integración efectiva de las consideraciones éticas y legales en el diseño y despliegue de soluciones tecnológicas. Esta interdisciplinariedad resulta fundamental para abordar de manera integral los riesgos asociados a la IA, incluyendo aspectos como la privacidad de datos, la seguridad informática, la transparencia de los algoritmos y la responsabilidad por decisiones automatizadas. De este modo, no solo se promueve una IA más segura y confiable, sino que también se fomenta la confianza pública en estas tecnologías, elemento clave para su aceptación y éxito a largo plazo.
El proceso de hacer la tecnología de inteligencia artificial más accesible para una amplia gama de actores impulsa la creación de un marco regulatorio robusto que asegure su uso responsable y seguro. Este esfuerzo regulatorio busca armonizar el estímulo a la innovación en el campo de la IA con la protección de los intereses de la sociedad y los individuos. Al establecer directrices claras y requisitos obligatorios, se pretende crear un entorno donde la innovación y la seguridad vayan de la mano, asegurando así que el desarrollo y la implementación de la IA se realicen de manera ética y transparente, respetando al mismo tiempo los derechos individuales y colectivos.

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