Autor: Luis Alfredo Larrañaga
La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa para convertirse en un eje transformador de la productividad empresarial. Desde asistentes conversacionales hasta motores de análisis de documentos, las soluciones basadas en IA, como las que desarrollamos en Foqum, están ya integradas en sectores como banca, logística, salud, energía o administración pública. Sin embargo, cuanto más potente y accesible es una tecnología, mayor debe ser nuestra responsabilidad al usarla.
En este artículo, abordamos un aspecto que muchas veces se pasa por alto: no todo debe preguntarse a una IA. Más allá de las limitaciones técnicas o éticas, existe un conjunto de prácticas recomendadas que toda empresa u organización debe adoptar si desea aprovechar el potencial de estos modelos sin incurrir en riesgos innecesarios. Estas son las siete preguntas que nunca deberías hacerle a una IA, y las razones técnicas, legales y estratégicas detrás de cada una.
Las IAs conversacionales no están diseñadas como gestores de contraseñas ni como herramientas de recuperación de credenciales. Solicitar o compartir contraseñas, PINs, tokens de acceso o respuestas a preguntas de seguridad en entornos de IA es un riesgo crítico. No solo puede poner en peligro tus sistemas, sino que va en contra de las buenas prácticas de ciberseguridad empresarial.
Recomendación: utiliza gestores de contraseñas seguros, y configura entornos de conversación con IA para que no retengan datos sensibles de ningún tipo.
Aunque pueda parecer obvio, este tipo de consultas aún se producen, a veces incluso con fines “educativos” o “de prueba”. Sin embargo, plantear este tipo de preguntas a un sistema de IA puede dejar trazas de actividad sospechosa, activar sistemas de moderación automatizados, e incluso comprometer la reputación de la organización que opera o desarrolla el sistema.
Recomendación: establece políticas internas claras sobre el uso responsable de herramientas de IA, especialmente en entornos compartidos o abiertos.
Por sofisticados que sean los modelos de lenguaje, no son herramientas diagnósticas certificadas. Aunque puedan ofrecer información general sobre dolencias o tratamientos, cualquier uso de la IA con fines médicos debe contemplarse con suma precaución. Usar la IA como sustitutivo de un profesional médico no solo puede ser inexacto, sino que también puede ser ilegal si se actúa en base a ello.
Recomendación: si tu empresa ofrece servicios de salud, asegúrate de que cualquier interacción con IA cumpla con regulaciones como el RGPD o la HIPAA (en EE. UU.).
La IA no tiene conciencia moral, ni puede comprender realmente el contexto cultural, legal o emocional de un dilema. Aunque pueda generar argumentos coherentes, esos textos se basan en patrones estadísticos y no en juicio ético. Delegar cuestiones morales en una IA puede erosionar la responsabilidad humana en la toma de decisiones críticas.
Recomendación:
en procesos de toma de decisiones basadas en sistemas de IA, asegúrate de que la evaluación final esté siempre en manos de un comité humano.
Cargar información sensible, ya sea personal o corporativa, en sistemas de IA de terceros (aunque estén en la nube) sin las medidas adecuadas puede derivar en filtraciones, incumplimientos normativos o pérdidas de propiedad intelectual. Consulta esta guía de conceptos erróneos sobre privacidad y protección de datos en IA para conocer las obligaciones legales y mejores prácticas. Incluso si el modelo no retiene la información, la mera exposición puede representar un riesgo.
Recomendación: usa entornos controlados para operar con datos confidenciales y asegúrate de que las soluciones de IA cumplan con criterios de privacidad y trazabilidad.
Las IAs no tienen acceso a información en tiempo real ni a capacidades predictivas verdaderas sobre el futuro. Aunque puedan generar análisis basados en datos históricos, las respuestas que ofrecen no deben confundirse con asesoramiento financiero ni con capacidad de predicción. Esto aplica tanto a mercados bursátiles como a decisiones estratégicas empresariales.
Recomendación: usa la IA como herramienta de simulación, no como oráculo.
Los modelos generativos están diseñados para mantener la conversación activa y resultar agradables, lo que puede llevar a interacciones que imitan empatía sin comprenderla realmente. En situaciones de vulnerabilidad personal, esto puede generar una ilusión de conexión emocional o apoyo que, lejos de ayudar, termina reforzando la dependencia o el aislamiento.
Recomendación: utiliza los asistentes conversacionales como herramientas funcionales, no como sustitutos de interacción humana. Ante necesidades emocionales o decisiones delicadas, recurre siempre a canales de apoyo reales y profesionales.
En última instancia, las soluciones basadas en inteligencia artificial ofrecen un enorme potencial para automatizar tareas, optimizar procesos y apoyar la toma de decisiones en entornos cada vez más complejos. No obstante, ese potencial debe gestionarse con criterio y responsabilidad. La capacidad de una organización o profesional para discernir qué tipo de preguntas, datos o interacciones no deben plantearse a un sistema de IA es hoy tan importante como conocer sus funcionalidades técnicas.
Más allá de los aspectos legales o de seguridad, se trata de comprender que estos modelos están diseñados para ser útiles, sí, pero también para resultar convincentes, accesibles y complacientes. Esa naturaleza puede llevar a usos inapropiados si no se establecen límites claros. Confiar en la IA para tareas que requieren sensibilidad, juicio humano o interpretación ética no solo es inadecuado: puede tener consecuencias operativas y reputacionales significativas.
En un contexto donde la inteligencia artificial se integra cada vez más en la infraestructura crítica de las empresas y administraciones, usar la IA de forma responsable no es solo una cuestión técnica, sino estratégica. La clave está en preguntarse no solo “¿qué puede hacer este sistema?”, sino también “¿debería hacerlo?” y, sobre todo, “¿qué no debería pedirle nunca?”. Ese discernimiento marcará la diferencia entre una adopción madura de la IA y un uso potencialmente problemático.
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